Los Servidores de la Palabra vemos en la Madre del Señor Jesús a nuestra propia Madre, y el mejor ejemplo a imitar, por eso la honramos muy especialmente en la advocación de la Virgen del Magnificat, y la celebramos el segundo sábado de agosto, en ocasión de la consagración de los hermanos Misioneros Servidores de la Palabra.

Su cabeza está rodeada por el halo que simboliza su santidad, y desde la parte superior de ella, hasta los extremos de ambas manos, se dibuja el Triángulo de la Santísima Trinidad. María queda envuelta en el Misterio divino al convertirse, por su obediencia y total entrega, en hija del Padre, madre del Hijo y esposa del Espíritu Santo.
Desde la ventana se ve el cielo, símbolo de la morada de Dios.
La Virgen exulta, extasiada, ante el misterio de la Encarnación, descubierto por Isabel. Con los brazos extendidos, María glorifica al Señor, proclamando las maravillas que Él hace con los humildes, a beneficio de la humanidad.
En el seno purísimo de María aparece un círculo, y dentro de éste una flama. Es el símbolo de la presencia del Verbo divino que se encarna en ella.